HARRY CLÚSTER Y EL CASO DEL MOUSE DESCOMPUESTO V
En el camino de vuelta a la oficina aproveché de comprar otra petaca porque el trabajo venía pesado. La escondí tras la foto de Egar Allan Doyle que me había
regalado Pepe. Ahí Chabela no iba a encontrarla porque no le gustaba acercarse a ese caballero tan antiguo y con cara de loco.
Me saqué la chaqueta - ya estaba sudando - y me senté frente
al computador.Por jugar agarré el mouse y se movió medio centímetro.
- ¡Eureka! - grité, porque era lo único que recordaba de mis doce años
en un colegio de curas.
Traté de moverlo de nuevo y no hubo caso. Ahí estaba, paralizado,
muerto.
Le pegué unos golpecitos contra el escritorio y nada. Lo abrí, lo soplé y
nada.
Lo insulté. Nada.
Estuve un par de horas moviéndole de a medio milímetro cada vez.
Estaba muy cerca de "Inicio", que era mi objetivo, aunque no sabía bien
para qué.
El timbre del teléfono me sobresaltó y justo en ese momento el
mouse decidió funcionar y retrocedí dos centímetros.
- ¿Quién habla? - rugí.
- Nick, jefe. Le tengo buenas noticias.
- Echa fuera.
- Vaya a Coliñanco 115 y pregunte por Sara. Ella puede ayudarlo
Monté en mi destartalado Dodge, que algún día fue negro, y en un
par de minutos llegué hasta la dirección que me había dado Nick. Era una cabaña que quedaba a pocos metros del lago, casi escondida entre hualles y raulíes, los árboles
nativos que puedo reconocer sin equivocarme.
Me estacioné y caminé por un sendero que llevaba hasta la cabaña,
decidido a soportar diez minutos de conversar con un adefesio que sólo
entendía de chips. Golpeé la puerta y me abrió una morena que no parecía de este
mundo.
Sus pechos turgentes parecían querer escapar de su blusa negra casi
transparente.
- ¿Sara? - balbuceé.
Dijo que sí y me hizo pasar a una pieza donde había tres computadores, todos
con el mouse funcionando. Sara se paseó entre ellos dejando que admirara
su grupa que se desbocaba a cada paso.
- ¿Cuál es tu problema? - había encendido un cigarrillo y me miraba
fijamente con un par de ojos que hacían palidecer al mismo lago.
- El mouse...
- Bueno, a tu edad a muchos comienza a fallarles el mouse - dijo
con descaro mientras pasaba y repasaba el dedo índice sobre su muslo tostado.
- Menos broma, chiquilla - le dije - éste es un asunto serio.
(continuará)
¿Podrá éste (el mouse) funcionar por fin?
¿Será éste un invierno seco y frío?
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regalado Pepe. Ahí Chabela no iba a encontrarla porque no le gustaba acercarse a ese caballero tan antiguo y con cara de loco.
Me saqué la chaqueta - ya estaba sudando - y me senté frente
al computador.Por jugar agarré el mouse y se movió medio centímetro.
- ¡Eureka! - grité, porque era lo único que recordaba de mis doce años
en un colegio de curas.
Traté de moverlo de nuevo y no hubo caso. Ahí estaba, paralizado,
muerto.
Le pegué unos golpecitos contra el escritorio y nada. Lo abrí, lo soplé y
nada.
Lo insulté. Nada.
Estuve un par de horas moviéndole de a medio milímetro cada vez.
Estaba muy cerca de "Inicio", que era mi objetivo, aunque no sabía bien
para qué.
El timbre del teléfono me sobresaltó y justo en ese momento el
mouse decidió funcionar y retrocedí dos centímetros.
- ¿Quién habla? - rugí.
- Nick, jefe. Le tengo buenas noticias.
- Echa fuera.
- Vaya a Coliñanco 115 y pregunte por Sara. Ella puede ayudarlo
Monté en mi destartalado Dodge, que algún día fue negro, y en un
par de minutos llegué hasta la dirección que me había dado Nick. Era una cabaña que quedaba a pocos metros del lago, casi escondida entre hualles y raulíes, los árboles
nativos que puedo reconocer sin equivocarme.
Me estacioné y caminé por un sendero que llevaba hasta la cabaña,
decidido a soportar diez minutos de conversar con un adefesio que sólo
entendía de chips. Golpeé la puerta y me abrió una morena que no parecía de este
mundo.
Sus pechos turgentes parecían querer escapar de su blusa negra casi
transparente.
- ¿Sara? - balbuceé.
Dijo que sí y me hizo pasar a una pieza donde había tres computadores, todos
con el mouse funcionando. Sara se paseó entre ellos dejando que admirara
su grupa que se desbocaba a cada paso.
- ¿Cuál es tu problema? - había encendido un cigarrillo y me miraba
fijamente con un par de ojos que hacían palidecer al mismo lago.
- El mouse...
- Bueno, a tu edad a muchos comienza a fallarles el mouse - dijo
con descaro mientras pasaba y repasaba el dedo índice sobre su muslo tostado.
- Menos broma, chiquilla - le dije - éste es un asunto serio.
(continuará)
¿Podrá éste (el mouse) funcionar por fin?
¿Será éste un invierno seco y frío?
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